17/09/2025 Opinión

¿Cómo podemos hacer una ciencia más conectada a la sociedad y el entorno que lo rodea?

Responsable de Impacto de la Investigación

Anabel Sánchez Plaza

El CREAF impulsa la acción, informa decisiones y contribuye a abordar retos ambientales con una ciencia accesible y comprometida, un enfoque promovido activamente por la Oficina de Impacto.

AMB LA CO-AUTORIA DE: 

¿Para quién y para que investigamos? A pesar de que estas preguntas pueden parecer de respuesta inmediata, en realidad abren la puerta a reflexiones profundas y a múltiples implicaciones. Desde las instituciones científicas, investigamos no solo para satisfacer la curiosidad de comprender como funciona el mundo, sino también para responder a los grandes retos de nuestro tiempo, generar conocimiento útil y transformador, mejorar los saberes existentes y profundizar en la comprensión de nuestro entorno. Lo hacemos movidos por la pasión de descubrir, el compromiso con la sociedad, la responsabilidad de preservar el planeta y la voluntad de contribuir a un futuro más justo y sostenible.

En este contexto, la investigación científica —los saberes, las herramientas y las prácticas que derivan— tiene como horizonte la sociedad y sus necesidades, tanto presentes como futuras.  

Desde el CREAF, aspiramos a que nuestra ciencia inspire nuevas maneras de vivir y convivir que garanticen un planeta habitable para la naturaleza y las personas. Creemos firmemente en una ciencia que sea a la vez excelente y relevante, capaz de generar conocimiento para entender la naturaleza, anticipar amenazas y aportar soluciones a los retos ambientales y climáticos, mejorando así la salud de los ecosistemas y la relación que tenemos las personas con ellos.  

Formamos parte de la naturaleza, a pesar de que a menudo, esto no nos resulte tan evidente. Las personas somos un agente clave en los ecosistemas, con un papel que puede ser transformador ya sea en positivo como en negativo. Por eso, para nuestro ámbito de investigación puede ser especialmente esencial incluir personas e instituciones no académicas en los procesos de investigación que llevamos a cabo.  

La relación entre la sociedad y la ciencia se construye mediante las interacciones entre el personal investigador, las instituciones de investigación, la ciudadanía y varias organizaciones civiles como entidades, ONG y administraciones públicas. Es a través de estas conexiones que la investigación puede generar impactos que transcienden el ámbito académico: transformando prácticas, informando políticas y contribuyendo a afrontar retos colectivos. En esta nueva entrada del Rincón del Impacto, queremos reflexionar sobre esta conexión esencial, como llevarla a la práctica y sus posibilidades. 

La importancia de los agentes sociales en la generación de impacto 

Para que la investigación sea realmente relevante y beneficiosa para la sociedad, no basta con generar conocimiento científico; hace falta que este conocimiento sea compartido, entendido y, sobre todo, utilizado por personas, instituciones, organizaciones, empresas y administraciones más allá del ámbito académico. Esto implica ir más allá de la simple comunicación de los resultados: implica incorporar la sociedad desde el principio de los proyectos, durante su desarrollo y también una vez finalizados. Para hacerlo posible, hacen falta espacios de colaboración y confianza, donde todas las partes —científicos, ciudadanía, entidades, profesionales— puedan aprender mutuamente, formular preguntas, imaginar soluciones y aportar sus conocimientos y experiencias (en este artículo hablamos de este camino hacia el impacto).  

esquema_interaccions_recerca

Esquema de las interacciones entre profesionales de la investigación y diversos agente4s sociales para crear un impacto significativo.

No obstante, y teniendo en cuenta todos estos esfuerzos, es importante destacar que el impacto no es una cosa que los grupos de investigación puedan generar o controlar directamente. Podemos crear las condiciones para facilitarlo —con interacciones de calidad, escucha y colaboración activa e intercambio de conocimiento significativo—, pero el que la investigación sea adoptada, aplicada y genere cambios concretos depende también de los contextos sociales, políticos e institucionales en que se mueve. En este sentido, el valor del impacto lo determina quién lo recibe: no es una propiedad automática del conocimiento, sino el resultado de un proceso colectivo y relacional, donde la ciencia toma sentido en diálogo constante con la sociedad.

Saber a quién le interesa lo que hacemos (y su grado de contribución) es clave 

Si aterrizamos este discurso idealizado de las interacciones, beneficios y colaboraciones con la sociedad, nos encontramos a menudo en que no tenemos del todo claro quiénes son en concreto estos posibles colaboradores y qué implicación puede tener cada uno de ellos en el marco de la investigación. Es por ello, que puede ser relevante realizar un mapeo para conocer quién puede sentirse interpelado con una investigación concreta y conocer qué grado de vinculación e influencia puede tener.

Para realizar este ejercicio, es importante tener en cuenta tanto a los posibles beneficiarios directos como aquellos que se pueden beneficiar indirectamente y, una forma de realizarlo, es categorizarlos según su posible grado de implicación y capacidad de actuación en el proyecto, desde los agentes más activos a los más pasivos. J.Bayley, en su libro Creating Meaningful Impact: The Essential Guide to Developing an Impact-Literate Mindset, los agrupa en diferentes categorías según la energía que deberíamos invertir y las opciones de influencia e interés que tiene cada potencial beneficiario (y evitar también frustraciones por adelantado), son los siguientes:

  • Quien lo puede utilizar y, por lo tanto, quién puede implementar y participar directamente de la solución y beneficiarse de ella. Tiene los recursos y habilidades para actuar y deberíamos destinarle las máximas energías posibles.
  • Quien puede dar acceso y hacer de puente entre las ideas o soluciones y los agentes que pueden utilizarlas. A menudo, son claves para llegar a las personas o entidades adecuadas.
  • Quien puede hacer de altavoz y defenderlo, puede ayudar a convencer y movilizar el conocimiento ya que promueve y amplia el mensaje.
  • Quien escucha y tiene una participación pasiva, no tiene un compromiso real por lo que recibe el mensaje y no actúa.
  • Quien pasa de largo y no tiene un interés real, simula que escucha, pero no lo hace y, en algunos casos, su actitud puede frenar o confundir el proceso. Sobre todo, sino lo detectamos a tiempo y le dedicamos demasiados esfuerzos y tiempo. 
workshop_Bewater

Grupo de trabajo activo en el Workshop del proyecto Bewater.

Este análisis ayuda a priorizar esfuerzos y establecer relaciones significativas. También invita a reconocer que la investigación puede tener consecuencias no deseadas para ciertos colectivos, y es necesario incorporar una mirada ética para minimizarlas.

Es igualmente importante revisar los propios sesgos y ampliar el mapa de actores para incluir a futuras generaciones, grupos vulnerables o beneficiarios no humanos. Estos colectivos, a menudo invisibles, pueden ser determinantes para identificar y aplicar las soluciones que la ciencia propone, y es necesario tenerlos presentes si queremos una investigación realmente inclusiva y transformadora. 

La fuerza transformadora de la movilización del conocimiento 

Un concepto de interés en estas interacciones y que toma fuerza a nivel internacional es el de Knowledge Mobilisation (KMb), o movilización del conocimiento. A diferencia de la transferencia de conocimiento tradicional, la KMb pone el énfasis en la co-creación, adaptación, y colaboración entre agentes sociales y públicos y las personas investigadoras. No se trata sólo de “compartir” el conocimiento, sino de hacerlo útil y relevante de forma conjunta para que todas las partes se sientan parte activa de la ciencia al tiempo que la enriquecen, a menudo, sin ser plenamente conscientes de ello.

Aunque el concepto es relativamente reciente, las prácticas que lo promueven tienen una trayectoria mucho más larga. La investigación con implicación social no es una novedad: llevamos décadas realizando iniciativas de investigación que conectan el trabajo científico con las necesidades y perspectivas de la sociedad, con diferencias según las disciplinas y los contextos. Este vínculo se ha materializado en múltiples formas de colaboración. Algunos ejemplos son talleres participativos o investigaciones-acción con comunidades locales o con actores diversos, “laboratorios vivos” o (living labs), grupos de trabajo mixtos con la administración pública para el co-diseño y evaluación de políticas públicas, o proyectos de ciencia ciudadana que implican a personas en investigación. Son formas de generar conocimiento que producen resultados más aplicables y contextualizados, a la vez que fortalecen también la relación entre ciencia y sociedad.

Por eso, nos gusta ver este tipo de investigación como un proceso compartido, donde el personal investigador es facilitador del cambio y donde no actúa sólo como único “productor” de conocimiento, y donde la sociedad es beneficiaria pero también es parte activa. El impacto no sólo se genera a partir de los resultados de la investigación, sino también en este proceso de intercambio y enriquecimiento mutuo en el transcurso de la investigación.

Cuando implicamos a las personas en la investigación, generamos diálogo y construimos conocimiento de forma compartida, damos lugar a una forma diferente de hacer ciencia que es capaz de influir desde el principio en las prácticas, valores y formas de pensar de la ciudadanía. Este enfoque es profundamente transformador, tanto para la sociedad como para las investigadoras, y no se trata de una visión idealista ni pretenciosa del papel de la ciencia. Ante los grandes retos actuales, los problemas complejos exigen respuestas interdisciplinarias y colaborativas, que integren la visión del máximo número de actores –no sólo académicos– para co-crear soluciones más holísticas, relevantes y resilientes.

Para terminar, queremos dejar algunas preguntas para la reflexión:

  • ¿Quién puede necesitar o beneficiarse de la investigación?
  • ¿La solución que se plantea responde realmente a una necesidad existente y al contexto que la puede incorporar?
  • ¿Hemos consultado a los diferentes agentes implicados para entender qué problemas identifican y cómo piensan que debería responderse?
  • ¿Hemos reflexionado sobre la relevancia de la investigación tanto por el avance del conocimiento como por su potencial de beneficio en la sociedad? 

Un concepto de interés en estas interacciones y que toma fuerza a nivel internacional es el de Knowledge Mobilisation (KMb), o movilización del conocimiento. A diferencia de la transferencia de conocimiento tradicional, la KMb pone el énfasis en la co-creación, adaptación, y colaboración entre agentes sociales y públicos y las personas investigadoras. No se trata sólo de “compartir” el conocimiento, sino de hacerlo útil y relevante de forma conjunta para que todas las partes se sientan parte activa de la ciencia al tiempo que la enriquecen, a menudo, sin ser plenamente conscientes de ello.

Aunque el concepto es relativamente reciente, las prácticas que lo promueven tienen una trayectoria mucho más larga. La investigación con implicación social no es una novedad: llevamos décadas realizando iniciativas de investigación que conectan el trabajo científico con las necesidades y perspectivas de la sociedad, con diferencias según las disciplinas y los contextos. Este vínculo se ha materializado en múltiples formas de colaboración. Algunos ejemplos son talleres participativos o investigaciones-acción con comunidades locales o con actores diversos, “laboratorios vivos” o (living labs), grupos de trabajo mixtos con la administración pública para el co-diseño y evaluación de políticas públicas, o proyectos de ciencia ciudadana que implican a personas en investigación. Son formas de generar conocimiento que producen resultados más aplicables y contextualizados, a la vez que fortalecen también la relación entre ciencia y sociedad.

Por eso, nos gusta ver este tipo de investigación como un proceso compartido, donde el personal investigador es facilitador del cambio y donde no actúa sólo como único “productor” de conocimiento, y donde la sociedad es beneficiaria pero también es parte activa. El impacto no sólo se genera a partir de los resultados de la investigación, sino también en este proceso de intercambio y enriquecimiento mutuo en el transcurso de la investigación.

Cuando implicamos a las personas en la investigación, generamos diálogo y construimos conocimiento de forma compartida, damos lugar a una forma diferente de hacer ciencia que es capaz de influir desde el principio en las prácticas, valores y formas de pensar de la ciudadanía. Este enfoque es profundamente transformador, tanto para la sociedad como para las investigadoras, y no se trata de una visión idealista ni pretenciosa del papel de la ciencia. Ante los grandes retos actuales, los problemas complejos exigen respuestas interdisciplinarias y colaborativas, que integren la visión del máximo número de actores –no sólo académicos– para co-crear soluciones más holísticas, relevantes y resilientes.

Para terminar, queremos dejar algunas preguntas para la reflexión:

  • ¿Quién puede necesitar o beneficiarse de la investigación?
  • ¿La solución que se plantea responde realmente a una necesidad existente y al contexto que la puede incorporar?
  • ¿Hemos consultado a los diferentes agentes implicados para entender qué problemas identifican y cómo piensan que debería responderse?
  • ¿Hemos reflexionado sobre la relevancia de la investigación tanto por el avance del conocimiento como por su potencial de beneficio en la sociedad? 

Para saber más...

3i framework: Stakeholder Planning exercise (Fast Track Impact)

Knowledge mobilisation Toolkit (Ontario Centre for excellence for child and youth mental Health)

KMb101: Introduction to Knowledge Mobilization – Research Impact Canada