El reto del proyecto es caracterizar la funcionalidad de estos ecosistemas para entender cómo responden a perturbaciones como las sequías, que son cada vez más frecuentes e intensas.
Los bosques tropicales de la cuenca del Congo se extienden desde la costa atlántica hasta las grandes sabanas de África central. Con una superficie comparable a la mitad de Europa, constituyen el segundo pulmón verde del planeta, solo por detrás del Amazonas. A pesar de su inmensidad e importancia ecológica —entre otras cosas, desempeñan un papel clave en la regulación del clima y son un punto caliente de biodiversidad— la ciencia los ha estudiado poco. En este contexto nace el proyecto CoForFunc, una iniciativa internacional que busca comprender cómo funcionan estos ecosistemas y, también, cómo responden al cambio climático.
Uno de los principales lugares de investigación es Camerún, donde se han instalado varias estaciones experimentales para estudiar la selva tropical sobre el terreno. Pero llegar hasta ellas no es fácil: las expediciones pueden durar entre quince días y un mes y suelen implicar muchas horas de viaje en coche y largas caminatas por la selva hasta alcanzar las parcelas de estudio. Hasta allí se ha desplazado en varias ocasiones un equipo formado por los investigadores del CREAF Jordi Martínez-Vilalta, Rafael Poyatos, Lucette Adet, Oliver John Binks y Maurizio Mencuccini, junto con otros equipos internacionales y locales.
“El reto del proyecto es caracterizar la funcionalidad de estos ecosistemas para entender cómo responden a perturbaciones como las sequías, que son cada vez más frecuentes e intensas. También analizamos cómo cambia su fenología en respuesta al aumento de las temperaturas e identificamos la diversidad de respuestas entre especies arbóreas, entre otros objetivos”, destaca Jordi Martínez-Vilalta, investigador del CREAF.
Medir la resistencia de los árboles
Para entender cómo funcionan los árboles y cuán resistentes son, el equipo analiza varios rasgos clave, como la densidad de la madera, relacionada con la resistencia a plagas e incendios; el estado hídrico de las hojas, la tolerancia a la sequía y el comportamiento estomático, que indican cómo cada especie regula el intercambio de agua y CO₂; la capacidad de almacenar y liberar agua en las hojas y ramas, esencial para sobrevivir a los periodos de sequía; y la fluorescencia de la clorofila en las hojas, un indicador bioquímico del estado fisiológico de la planta, entre otros.
Estos datos, junto con mediciones continuas del crecimiento radial del tronco, se obtienen mediante muestreos directos en el campo y se combinan con observaciones con drones, imágenes por satélite y grandes bases de datos internacionales.
Para analizar el comportamiento global de los ecosistemas, el equipo ha seleccionado dieciséis especies representativas que reflejan la diversidad funcional del bosque tropical. Algunas especies ya identificadas como prioritarias por su abundancia y papel ecológico son Musanga cecropioides y Desbordesia glaucescens. Además, el equipo compara localizaciones con diferente disponibilidad de agua, desde las más húmedas hasta las más secas.
Ciencia y divulgación de la mano
“El proyecto no solo busca generar conocimiento académico, sino también concienciar a la sociedad sobre la importancia de estos ecosistemas”, explica Lucette Adet.
Por ello, los socios del proyecto CoForFunc están recopilando un valioso archivo gráfico, con fotografías aéreas captadas con drones y vídeos que muestran la inmensidad ininterrumpida de la selva. Aunque los resultados definitivos tardarán en publicarse, el equipo confía en que este esfuerzo permita mejorar los modelos de predicción climática y orientar las políticas de conservación.