16/06/2025 Noticia

¿Qué cicatrices permanecen en el suelo tras una larga sequía?

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Verónica Couto Antelo

Técnica de Comunicación del CREAF desde 2016. Apasionada del mundo natural y su divulgación. Bióloga (UB), máster en comunicación científica (BSM-UPF) y estudiante Humanidades (UOC).

El suelo funciona como un organismo vivo y una de las claves para que esté activo es el agua. Desgraciadamente, muchos suelos como los que encontramos en el Mediterráneo tienen que hacer frente cada verano a la carencia de agua e, incluso, a sequías que duran varios años como la que hemos vivido recientemente en Cataluña. Ahora, durante esta primavera las lluvias han reactivado la vida que estaba dormida bajo el suelo, pero permanecen cicatrices que costará mucho tiempo restaurar, sobre todo cuando se trata de bacterias o microorganismos que ayudan secuestrar carbono en el suelo y a proveer nutrientes a las plantas gracias a su capacidad de descomponer materia orgánica. Solo hay que pasear por un hayedo un otoño de seco para darse cuenta que las hojas se descomponen mucho más lentamente del habitual. Hablamos con nuestra experta en ecología del suelo Sara Marañón

Si empezamos por la base, es importante entender tres conceptos básicos sobre el suelo antes de entrar en los desajustes: 

(1) el suelo contiene muchos microorganismos, como hongos y bacterias, que comen materia orgánica y van descomponiéndola; 

(2) la descomposición que hacen los microorganismos en el suelo es vital para las plantas, porque transforma la materia orgánica en nutrientes sencillos que pueden absorber sus raíces; 

(3) la materia orgánica que permanece en el suelo se va asociando con minerales gracias a la actividad microbiana y esto es lo que hace que se congregue y forme parte del gran almacén de carbono del suelo; 

(4) la capacidad de retención de agua depende mucho de cómo sea la estructura del suelo, de forma que un suelo poroso, con terrones de tierra (lo que se conoce como un suelo de agregados) ayuda a que se mantenga la humedad y, en cambio, un suelo compacto es poco permeable y no permanece bien el agua. 

Sequía mediterránea 

En el suelo de regiones mediterráneas los microorganismos están adaptados a la sequía temporal, porque es habitual que en verano tengan carencia de agua. Muchos de los microorganismos hacen frente bajando su actividad y agrandando su pared celular, forma “especial” que toma el nombre de estructuras de resistencia, porque así tendrán necesidades mínimas que los permitirán sobrevivir, resistirán mucho tiempo sin agua y podrán activarse de nuevo cuando la lluvia llegue. 

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Cuando un suelo está muy seco, algunos organismos pueden hacer su función, pero de manera mucho más lenta, así que la actividad de aquel suelo en general es baja.

¿Cuál es el problema? Que durante este lapso de tiempo, las bacterias no están descomponiendo y la materia orgánica no se transforma, así que no entra carbono al almacén del suelo. “Cuando un suelo está muy seco, algunos organismos pueden hacer su función, pero de manera mucho más lenta, así que la actividad de aquel suelo en general es baja. Esto puede observarse fácilmente en un suelo almeriense o los Monegros en verano, donde, a pesar de la diversidad de microorganismos en el suelo, la mayoría están inactivos y no están reciclando nutrientes”, apunta Marañón. 

Si bien, aguantar un verano sin agua es duro, como las especies de nuestro suelo ya están acostumbradas, no es muy grave, porque con cuatro gotas de agua que llueva todo vuelve a la vida. Cuando vuelven las condiciones favorables los microrganismos vuelven a reproducirse y a descomponer la materia orgánica que tienen alrededor. De hecho, según nos explica nuestra experta “justamente después de la lluvia hay un pico muy alto de emisiones de CO₂ desde el suelo hacia la atmósfera que proviene de la reactivación rápida de los microrganismos; es el que se conoce como birch effect en inglés”. 

Sequía prolongada

Cuando pasamos del panorama mediterráneo de sequías estivales a unas sequías prolongadas es cuando llegan los problemas. Los cuatro principales peligros son que las bacterias, a pesar de hacerse resistentes, acaben muriendo y se pierdan sus funciones en el suelo; que el suelo acabe desertificándose; que la materia orgánica no se descomponga en nutrientes tan rápido como los árboles necesitan para “comer” y, finalmente, que el suelo esté tan afectado que pierda su capacidad de almacenar carbono para mitigar el cambio climático. Lo desgranamos. 

  • Pérdida de bacterias:

En primer lugar, las estructuras de resistencia que hacen las bacterias para aguantar la sequía son muy útiles, pero no duran eternamente. Así que, ante muchos años de sequía, algunos microorganismos del suelo no pueden resistirlo y acaban muriendo. Con ellos, se pierden también las funciones que hacen, y acaba cambiando toda la comunidad de aquel suelo a favor de las poblaciones supervivientes. “En general hay más hongos que bacterias en entornos que sufren sequías recurrentes”, según Sara Marañón. 

  • Más probabilidad de erosión:

En segundo lugar, ante sequías de muchos años aumenta la probabilidad de que aquel suelo se erosione y se desertifique el ecosistema. De forma que aquel suelo probablemente pierda su valiosa materia orgánica y quede desnudo. ¡Y atención! Porque un suelo desertificado no es un desierto; un desierto es un ecosistema propio de zonas áridas con su fauna y flora adaptada, pero un suelo desertificado no. Asimismo, el suelo cada vez queda más compactado, sin una buena estructura de agregados para retener la poca humedad que le queda. 

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Ante una sequía los árboles no mueren solo de sed, como acostumbramos a pensar, sino que también mueren de hambre porque no tienen estos nutrientes del suelo.

  • Menos nutrientes:

Además de esto, un suelo con mal reciclaje de nutrientes también es un problema para la vegetación que vive allí. Si no hay descomposición, no hay comida para los árboles. De hecho, “ante una sequía los árboles no mueren solo de sed, como acostumbramos a pensar, sino que también mueren de hambre porque no tienen estos nutrientes del suelo”. 

  • Menor mitigación del cambio climático:

Por último, estas cicatrices en la actividad del suelo reducen su capacidad de mitigar el cambio climático. El ciclo del carbono, en el que el carbono acaba llegando desde la atmósfera hasta el suelo gracias a su microbiota, requiere mucho de tiempo para hacerse bien. “Conseguir una buena materia orgánica es un trabajo maratoniano para todos los ecosistemas, porque el factor clave es tener mucho tiempo. Si en el mediterráneo estamos varios años sin unas condiciones de reciclaje de nutrientes óptimas y una actividad de la biota buena quiere decir que buena parte de este tiempo no estamos secuestrando carbono. Son unas cicatrices preocupantes, ¿no?”, concluye la investigadora.

 

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