Según la Fundación Pioneers of Our Time, el buitre negro es el ave necrófaga más grande del continente europeo. A diferencia otras especies, mantiene una estrecha relación con los bosques, donde encuentra refugio y construye sus nidos en los árboles más altos y robustos. Estas estructuras, impresionantes por su medida y peso —llegan a superar los centenares de kilos—, son reutilizadas año tras año.
Con un pico potente y adaptado para desgarrar tendones y músculos, esta especie se alimenta principalmente de carroña, como restos de conejos o, también, de grandes mamíferos como vacas y ovejas. Gracias a sus jugos gástricos extremadamente ácidos, es capaz de neutralizar bacterias y virus peligrosos para otros animales y para los humanos, jugando así un papel clave en el ecosistema.
Aun así, esta especie amenazada tiene que hacer frente a numerosos peligros: el uso ilegal de cebos envenenados, las colisiones con tendidos eléctricos, la eliminación de restos animales y la ingesta de diclofenaco, presente en algunos cadáveres de ganado que se han tratado con este medicamento. Por eso, es especialmente importante llevar a cabo medidas que preserven sus hábitats y favorezcan su población.