Se ha podido comprobar que cuando se aplican técnicas que mejoran la biodiversidad en una finca concreta, los beneficios se expanden de manera natural a las tierras vecinas. En consecuencia, un ecosistema agrícola rico en biodiversidad necesita contar con hábitats de gran superficie y bien conectados. Estas fueron las claves que dieron vida en 2015 en Reino Unido al concepto de clúster de agricultores o Farmer Cluster. La idea consiste en evitar el aislamiento creando comunidades agrícolas que se apoyen y motiven mutuamente para mejorar la salud ecológica de sus explotaciones.
En el caso del proyecto FRAMEwork se ha creado una ‘red avanzada de clústeres de agricultores’. Esta red ya suma un total de 11 casos piloto por toda Europa. En el caso de España, las pruebas se están realizando en fincas de olivos en Aguilar de la Frontera, Córdoba. Giralt explica que “cada uno de estos clústeres cuenta con un facilitador que es el encargado de coordinar al grupo y de buscar relaciones con actores locales interesados en impulsar este cambio”. La figura de facilitador puede llevarla a cabo desde personal científico hasta uno de los agricultores o agricultoras. “Cada uno de los casos tiene su idiosincrasia y la organización interna del clúster varía en función de los aspectos culturales y socioeconómicos de cada país y cada región”, aclara Giralt.
Además, la red de FRAMEwork es “avanzada” porque amplía el concepto original de clúster iniciando, en cada caso, un programa específico de seguimiento de la biodiversidad a largo plazo. Para ello, cuentan con la ayuda de expertos que analizan marcadores como los polinizadores, las aves o la diversidad de especies vegetal, pero también con otro tipo de observadores, la ciudadanía. En este caso, los socios de IIASA y Nordeco son los encargados de crear proyectos de ciencia ciudadana a través de iNaturalist, así como de promover eventos como las bioblitz para la recogida de datos.