El fuego es uno de los factores que ha modelado más el paisaje mediterráneo en el curso de la historia. Sin embargo, el impacto humano y el cambio climático han modificado el régimen de incendios sin parar. Entre 1960 y 2000, el número anual de incendios y la superficie anual quemada crecieron de manera alarmante. Tras esto se estabilizó, con altibajos, pero apareció un nuevo reto, un fenómeno relativamente reciente: los grandes incendios, aquellos que escapan del control de los mecanismos de extinción, que se propagan a gran velocidad, de forma virulenta, y que tienen una gran capacidad de generar focos secundarios y situaciones de riesgo para la población. Los 252 grandes incendios ocurridos en España entre 2002 y 2012 costaron cerca de 100 vidas y calcinaron casi 1 millón de hectáreas, una superficie equivalente a la toda la provincia de Lugo.
Según las previsiones, puede parecer que en un futuro el aumento de temperaturas y la sequía terminarán reduciendo la biomasa de los bosques más secos y, con ella, la probabilidad de incendios. En cambio, los bosques de alta montaña, actualmente más húmedos y a salvo del paso de las llamas, serán los que con toda probabilidad se verán más afectados por este tipo de perturbación.
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